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Fox y Calderón: dos sexenios perdidos

Que Calderón resultó mucho peor gobernante y administrador que Fox, no hay la menor duda. Y eso que Fox fue un desastre total como jefe de gobierno y jefe de Estado. Ambos panistas desgraciaron (más) el país en estos 12 años, durante los cuales se hicieron del poder presidencial en términos pírricos, dejando a la nación totalmente carente de políticas públicas económicas, sociales y culturales. El foxismo se aprovechó de la inercia zedillista, la esperanza de la alternancia y la posibilidad de inaugurar la transición “para resolver con más democracia los problemas de la democracia”.

El caduco sistema político y electoral debe ser renovado

Salinas de Gortari creó el Instituto Federal Electoral en 1990 y, en 1993, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, luego del patético fraude de 1988 para intentar limpiar la cara al sistema electoral mexicano y modernizar la operación del fraude electoral a favor del Partido Revolucionario Institucional-Partido Acción Nacional (PRIAN) y en contra de los intereses de nuestro pueblo, y para consumar el bipartidismo que impulsa Washington para México. La dictadura de las grandes corporaciones a través de solamente un partido ya no funcionaba, el PRI-gobierno estaba agotado, así que se ejecutó el modelo clásico de la “democracia estadunidense” con dos partidos alternándose en el poder, para servir a un solo amo: el gran capital.

La mala reputación

No cabe duda que derrotas catastróficas, como la sufrida por los panistas durante las recientes elecciones presidenciales, suelen afectar la mollera, y los intentos por tratar de justificarlas, más que de explicarlas razonablemente, develan un entendimiento perturbado. Y los frustrados y patéticos esfuerzos por construir una coartada tragable, se tornan esquizofrénicos cuando la sobrecogedora sombra del principal responsable del desastre se proyecta amenazadoramente sobre de ellos y los obliga a incurrir en verdaderos desatinos.

El PRI en el Congreso, por las “reformas estructurales”

Con 260 curules en el Congreso de la Unión, el Revolucionario Institucional se apresta a dar salida a las llamadas reformas estructurales. Sin ser mayoría, la bancada habrá de negociar con las diferentes fuerzas para “cumplir” el reiterado compromiso de campaña. Las reformas laboral, hacendaria, energética, política y de seguridad social, entre sus objetivos principales. Los militantes buscan dar la puntilla a los últimos reductos de los principios de la Revolución Mexicana. El “nuevo PRI” será representado por viejos y polémicos priístas, incluso involucrados en fraudes y casos de lavado

El movimiento como antítesis y síntesis del cambio

El gran reto de las manifestaciones populares –entre ellas la del Yo Soy 132, estimuladas por el sucio proceso electoral– es cómo trascender ese ámbito de corto plazo sin hundirse en el desencanto disolvente que, eventualmente, puede provocar la calificación de las elecciones, la cual, torciéndole el cuello a la Constitución y a las leyes secundarias en la materia, forzará la legalización y la legitimación de la entronización de Enrique Peña Nieto.

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