Opinión

Heroínas anónimas de la Independencia*

Publicado por
Pablo Moctezuma Barragán

La mujer mexicana jugó un papel relevante en la lucha por la independencia de México; desempeñó roles clave. Muchas fueron las grandes heroínas: Josefa Ortiz, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra y muchas más, quienes no deben permanecer en el anonimato.

Lucharon no solo como enfermeras y cocineras, sino también como dirigentes e ideólogas, combatientes armadas, organizadoras, espías, propagandistas, estrategas, en el apoyo logístico. En cualquier rumbo del país, la mujer sostuvo la lucha por la Independencia contra los invasores españoles, y también contra los estadunidenses y los franceses. La mujer ha sido el alma, la base, el motor crucial.

Tomaron las armas para atacar a los realistas. Una de ellas, Altagracia Mercado, era de Huichapan, Hidalgo. Ella tuvo su propia compañía y la financió con sus propios recursos. Donó para comprar abasto, armas y equipo para su tropa.

El 24 de julio de 1819, fue derrotada por los españoles; valientemente, se quedó luchando hasta el final. Cuando la atraparon, el capitán realista ordenó: “A los hombres fusilenlos. A esta mujer no, no, no debe morir una mujer con tanto valor”.

Fue detenida y llevada a la Ciudad de México, donde fue condenada a trabajos en prisión hasta que fue liberada por el triunfo de la Independencia. Es conocida como la heroína de Huichapan.

Otra mujer que destacó fue Manuela Medina de Taxco. Creó su propia compañía y acompañó a José María Morelos a Oaxaca y a Acapulco. Fue nombrada capitana por la Suprema Junta de Zitácuaro; ganó siete batallas. De ella dijo Morelos: “Ojalá que la décima parte de los americanos tuviesen los mismos sentimientos, pues ya hubiéramos ganado la guerra”.

La capitana luchó desde los inicios de la insurgencia y nunca fue indultada. Murió en 1822 en Texcoco, a causa de las heridas de lanza que recibió de los realistas.

María Fermina de Rivera fue una insurgente en la Revolución de Independencia, originaria de Tlaltizapán, lugar que un siglo después se convertiría en capital de la revolución zapatista. Junto a su esposo, José María Rivera, se unió a la lucha de Morelos. Al morir éste, encabezó su grupo armado en la lucha por la Independencia.

Se unió a Vicente Guerrero. Luchó con hambres terribles y recorrió caminos pedregosos, climas ingratos. A veces cogía el fusil de un muerto y sostenía el fuego al lado de su marido. Murió combatiendo heroicamente el 21 de febrero de 1821, en la Hacienda de Chichihualco, en el actual estado de Guerrero.

Antonia Nava de Catalán, la Generala, batalló por la Independencia al lado de Morelos y Bravo. Era un motor de la lucha, al abastecer a la tropa; cooperar en la administración de los ejércitos; y atender heridos. Participó junto a Nicolás, su esposo, en la lucha hasta el triunfo.

FOTO: MARTÍN ZETINA/CUARTOSCURO.COM

Cuando las provisiones de la tropa de Nicolás Bravo, en la Sierra de Xaliaca o Tlacotepec, Guerrero, se agotaron, cuando fueron sitiados por los realistas en octubre de 1814, el general mandó diezmar a sus soldados para que comieran los demás de su carne. Entonces, la Generala se presentó acompañada de varias mujeres y le dijo: “Venimos, porque queremos servir de alimento. Repartan nuestros cuerpos en raciones a los soldados”.

Esto levantó el ánimo de las tropas y aún muertos de hambre tuvieron el coraje de luchar hasta vencer. Mujeres y hombres cantaban La Tlayuda durante el sitio; canción que dice: “Cogerás la jaula, pero a los pájaros no”. De forma increíble y sigilosa lograron romper el sitio.

Hubo todo tipo de participación y diversas formas en las que las mujeres apoyaban, por ejemplo, Francisca y Magdalena Godos hacían cartuchos, fundamentales para mantener la lucha. Cuando Morelos le dio el pésame por la muerte de su esposo a Antonia Nava de Catalán, ella dijo: “Mi marido murió cumpliendo su deber y vengo a traer a mis cuatro hijos. El chiquito de tambor para apoyar”.

Detengámonos en una de estas mujeres que han de rescatarse de la historia, Juana Guadalupe Arcos Barragán, la Barragana. Nació en 1780 en Amuco Coyuca, Tierra Caliente de Guerrero.

En plena lucha por la Independencia, reunió un grupo de campesinos y se presentó con Morelos para pelear por la causa. Ella había dedicado su vida a trabajar con su padre y hermano, en el cuidado y acarreo de mulas y caballos, que solía montar con ágil maestría.

Una vez iniciada la guerra de Independencia, en 1810, en una diligencia, su padre y hermano fueron aprehendidos en Izúcar por los realistas; llevaban consigo correspondencia y armas para José María Morelos. Fueron ejecutados por los invasores españoles. Juana encontró los cuerpos de sus familiares colgados de un árbol.

Desconocía, hasta entonces, que su familia estuviera involucrada en el movimiento insurgente. Entonces, decidió, llena de coraje, tomar el poco dinero que su padre había dejado para ella y su madre. Reunió y armó a un grupo de campesinos de su confianza y abandonó su hogar para seguir a las tropas del general Morelos. Fuerte y aguerrida, Juana Guadalupe se lanzó a la lucha.

Había sido la primera que se enfrentó a un batallón realista con su grupo en Cuautla, cuando iba a empezar el sitio y avisó a Morelos sobre la llegada de Félix María Calleja a la zona. De esa manera, alertó al grupo de patriotas para preparar la defensa.

En efecto, Don Felipe Montero, el relator que era capitán insurgente, originario de Cuautla, quien tuvo el tino de narrar el Sitio de Cuautla, contó parte de las hazañas de esta valiente mujer que se distinguió por su arrojo y lealtad a José María Morelos y Pavón.

Menciona que el 17 de febrero de 1812, Juana se dirigió a todo galope perseguida de cerca por los realistas para encontrar a Morelos e informarle que ya llegaban los españoles a las lomas de Pazulco, al norte de Cuautla. A toda prisa, con las balas del enemigo cerca de los oídos, llegó hasta donde estaba el general Morelos para ponerle al tanto de la llegada de los enemigos.

Juana era una gran combatiente; además, tenía mucho carisma. Era muy elocuente: cuando sus paisanos la escuchaban hablar, atentos, hacía surgir en ellos el amor por la libertad. Por su parte, Juana, al igual que muchos hombres, mujeres y niños de Cuautla, estaban dispuesta a morir antes de permitir el triunfo de los realistas.

Durante el sitio de Cuautla, doña Juana Arcos Barragán se destacó por su comportamiento heroico y audaz. Se ganó la confianza de Morelos, quien le encargó defender los lugares de mayor riesgo y responsabilidad. Ella fue una de las tantas mujeres armadas que peleaban a la par de los hombres y asombraban a todos por su arrojo.

Roto el sitio de Cuautla, Juana siguió a Morelos hasta la muerte de éste; después de tan doloroso acontecimiento, la Intrépida Barragana, apodo que adquirió después de su valiente participación en la batalla de Aguacatillo en el marco de la toma de Acapulco, llegó a comandar un numeroso grupo de insurgentes con el grado de capitana.

Contaba con el apoyo popular, y la mayoría de las poblaciones del rumbo le brindaban alimentos para su tropa. En toda Tierra Caliente, se hizo famosa su valentía, que fortalecía y brindaba confianza a los que peleaban bajo su mando.

FOTO: GRACIELA LÓPEZ/CUARTOSCURO.COM

Instaló su campo de operaciones por el rumbo de San Miguel Totolapan, donde aprovechó fortificaciones naturales y de difícil acceso, dotadas de fortines, de fosos de entrada y salidas secretas que conocía y de donde nadie podía sacarla ni vencerla.  Murió fusilada en 1820, poco antes de consumarse la Independencia.

Otra de estas mujeres comprometidas con la causa fue Mariana Rodríguez del Toro. Organizó tertulias literarias para preparar la rebelión de 1810. Era la esposa de don Manuel Lazarín, un dueño de la riquísima mina de La Valenciana, ubicada en Guanajuato.

Juntos conspiraron en abril de 1811 para secuestrar al virrey; al ser descubiertos, fueron encerrados en las cárceles de la Inquisición y se les despojó de sus bienes. Fueron liberados ella y su esposo, hasta el triunfo de la Independencia.

Inolvidable doña Petra Teruel, quien desde la Ciudad de México organizaba tertulias y empeñó sus valiosas joyas para ayudar a los insurgentes Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria.

Fue amiga íntima de Leona Vicario y, a pesar de estar casada con un regidor realista, ayudó cuanto pudo a los insurgentes dándoles dinero y abogando para ponerlos en libertad; su apoyo a los presos por sedición fue incondicional. Es llamada “hada protectora” de los insurgentes, por el auxilio material y moral que prestó en todo momento.

Las mujeres patriotas lanzaban a su familia a la lucha. María Elena Gamboa de Zacatecas convocó al pueblo a luchar en medio de grandes sacrificios, y su familia dio el ejemplo. Murieron luchando su hijo Timoteo, en Zacatecas, el 26 de septiembre de 1813, y su esposo Víctor Rosales, el 20 de mayo de 1817, en Tacámbaro, Michoacán.

Impresionante Rita Pérez, que se unió a la lucha en 1814 y decidió participar en la campaña por la libertad junto a su esposo Pedro Moreno. Se fue con sus hijos a La Sauceda, donde se armó el fuerte de “El Sombrero”. Ella ayudó de todas las formas que pudo. No aceptó indultarse. Fue encarcelada y perdió a su esposo y cinco hijos. Al triunfo, no aceptó la pensión que le asignaron en 1823. Vivió hasta 1861.

El gobierno colonial fusilaba mujeres y hombres. Ellas lo sabían; arriesgaban la vida. Luisa Martínez de García Rojas atendía un tendejón. En 1817, fue fusilada por los realistas en Erongarícuaro, Michoacán, por ayudar durante cinco años a los insurgentes con víveres, pólvora y de todo.

Fue encarcelada y multada cuatro veces, pero ella siguió apoyando. Pedro Celestino Negrete, quien luchaba bajo las órdenes de Iturbide, la mandó matar. Tras el triunfo de la Independencia, este tipo integró el primer gobierno provisional de México tras la abolición del Primer Imperio Mexicano. Hombres como él se encaramaron en el poder tras un triunfo popular al que combatieron a sangre y fuego.

Fueron incontables las mujeres que aportaron a la lucha, cuyos nombres ni siquiera se han conservado: como las hermanas González, de Pénjamo, quienes sacrificaron su fortuna para irse con los insurgentes.

María Tomasa Estévez ayudó a integrar el primer frente insurgente en Salamanca, hoy Guanajuato, al lado de Andrés Delgado, Albino García y el cura Rafael Garcilita. Persuadía a soldados realistas de desertar, incluso los seducía con tal fin. Junto con su hijo, fue fusilada por Agustín Iturbide, en Salamanca, el 9 de agosto de 1814.

Se sabe que Gertrudis Bocanegra y Juana Arco, la Barragana, fueron fusiladas, pero muchas más fueron las ejecutadas anónimas: por ejemplo, se habla de dos mujeres fusiladas por los realistas en el camino a Teotitlán, por sospechar que hacían tortillas envenenadas para los realistas. Y centenares de hermanas, esposas e hijas de los insurgentes, quienes fueron fusiladas o apresadas por el solo delito de tener una relación familiar con los rebeldes.

Esto ocurrió de manera constante, ya que los jefes realistas, Calleja e Iturbide, utilizaron la estrategia de apresar y fusilar a las familias completas de los insurgentes: lo primero para obligarlos a entregarse, lo segundo cuando deseaban la venganza. Los ajusticiamientos masivos eran prácticas comunes,  como el que hizo Iturbide en Guanajuato, tras la derrota de los insurgentes.

Fueron muchas las patriotas que espiaron a favor de la causa; además, hubo legiones de enfermeras, cuidadoras, asistentes, agricultoras, quienes abastecían a los insurrectos y apoyaban en muchos aspectos.

María Ubalda Sánchez se unió al ejército insurgente en Toluca el 28 de octubre de 1810. Estaba en prisión y al quedar libre se unió al ejército patriótico. Luego fue encarcelada y perdió su casa, la cual fue adjudicada a la cofradía del Señor Sacramentado de Toluca.

Gabriela Carrasco se lanzó a la lucha por la independencia desde los inicios del movimiento armado; esto en compañía de los capitanes sublevados, Agustín Carrasco, su hermano y su pareja, Cayetano López. Sus acompañantes fueron indultados en 1817, pero siguieron en la lucha. Dos años más tarde, fueron aprehendidos por diversos delitos; entre ellos, el continuar adheridos a la causa independiente.

María Soto se alistó en un batallón de Marina. Salvó a las tropas del general Mina, yéndose al río con dos cántaros para llevar agua a los insurgentes. Intrépida, cruzó el campo de batalla varias veces y murió en la acción de Chichihualco. Por otro lado, Ana García, esposa del coronel Félix Trespalacios, acompañó a su marido en una travesía de 160 kilómetros y lo salvó de dos sentencias de muerte.

La lucha por la independencia sigue hasta la actualidad. Las amenazas e invasiones contra México han sido constantes. En la historia de México y del planeta, las mujeres han sido activas, valientes y factores decisivos en cada uno de los avances que se han logrado.

Hoy, estamos en lucha contra la mentalidad patriarcal. Nos tenemos que dar a la tarea de recoger su ejemplo y hacer ver su valía, para emprender nuevas batallas hasta que México haga frente al imperio estadunidense y logre su plena soberanía e independencia.

Pablo Moctezuma Barragán**

*Información obtenida del libro Mujeres en lucha (2022) de Pablo Moctezuma Barragán. Editorial Mexteki/Sísifo

**Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social

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