Juan Torres López*
Hace unos días se desarrolló un debate interesantísimo en el Parlamento británico, impensable en otros países, sobre creación de dinero y sociedad.
Como ha analizado con toda crudeza un reciente informe del Banco de Inglaterra, aunque los bancos no creen dinero legal desde entonces, sí que crean desde la nada el llamado dinero bancario, es decir, medios de pago, cada vez que conceden un crédito. La mencionada ley no lo prohibió y eso permitió que los bancos siguieran creando dinero sin parar, aumentando incesantemente la deuda de donde nacen esos nuevos medios de pago y los beneficios bancarios.
Es realmente significativo el amplísimo acuerdo que se manifestó en ese debate entre diputados de todas las tendencias al reconocer que ese privilegio es ya insoportable. Prácticamente todos coincidieron en denunciar que el desorbitado endeudamiento y las sucesivas burbujas que han provocado las crisis financieras –y en especial la última– que estamos viviendo son el resultado de la exagerada creación de dinero que llevan a cabo los bancos para multiplicar su beneficio. Varios de los parlamentarios intervinientes en el debate presentaron datos que demuestran cómo la deuda generada por la banca privada es ya mucho mayor que el volumen total de dinero en circulación, algo que, de seguir así, sólo puede llevar a un cataclismo financiero.
Del debate se deduce un amplio consenso sobre la conveniencia ya inexcusable de acabar con ese privilegio. Incluso la secretaria económica del Tesoro, Andrea Leadsom, se preguntó si caben las reformas o si no es ya hora de tirar el sistema a la basura y empezar de nuevo.
El debate dejó claro, por ejemplo, que poner en manos de los bancos privados la creación de casi el 95 por ciento del dinero en circulación no sólo provoca crisis, sino que también beneficia a los más ricos y produce una gran ineficiencia. El laborista Michael Meacher indicó que sólo el 16 por ciento del crédito se destina a financiar a empresas productivas y al consumo; mientras que el resto financia la compra y venta de activos, en la mayoría de los casos con carácter especulativo.
A la hora de dar alternativas hubo más diferencias. Unos propusieron que el Estado controle la cantidad de dinero circulante y no la banca privada. Otros son partidarios de obligar a que los bancos mantengan en reserva el ciento por ciento de los depósitos. Y también se defendió la utilización de monedas electrónicas como el Bitcoin, el establecimiento de tasas sobre la creación de dinero bancario, o el impulso de los bancos que no cobran intereses, medidas que hace muy poco tiempo hubieran parecido utópicas.
Lo relevante es que la discusión está abierta.
Juan Torres López*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Catedrático de economía en la Universidad de Sevilla
Contralínea 416 / del 14 al 20 de Diciembre 2014
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