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En 2006, durante el proceso electoral que llevó a Felipe Calderón a ocupar la Presidencia –en una sucesión muy cuestionada–, identificamos un fenómeno de comunicación que posicionó al expresidente Andrés Manuel López Obrador como “un peligro para México”. Noam Chomsky y Edward Herman identificaron A ese fenómeno como flak, en su Modelo de Propaganda (MdP) para la construcción del consenso. Como expliqué en entregas pasadas, el MdP se integra de cinco filtros: 1) estructura de propiedad de los medios de comunicación; 2) publicidad; 3) fuentes; 4) flak; y, por último 5) ideología.
En este artículo hablaré sobre el cuarto filtro conocido como flak, cuya definición literal es “fuego antiaéreo”, y en la jerga política y periodística se traduce como “la reacción negativa que reciben los medios cuando publican información que desafía a los grupos de poder”. En la actualidad, esa medida de disciplinamiento, como la refieren Chomsky y Herman, no sólo se usa contra los medios, sino también contra personajes de la vida pública. Una forma actualizada del flak se manifiesta con el uso de las redes sociodigitales, específicamente a través de plataformas como X o Facebook; así, en las estrategias de flak confluyen medios digitales, impresos y televisivos.
En la obra El Modelo de Propaganda y el control de los medios, que coordinan Joan Pedro-Carañana y Francisco Sierra Caballero, el capítulo “Herman y Chomsky 2020: una elaboración contemporánea de la teoría del flak”, de Brian Michael Goss, se desarrolla una propuesta para el análisis del flak a la luz de lo que yo defino como una sofisticación y perfeccionamiento del MdP propuesto en la década de 1990, y que es completamente actual y vigente. Esencialmente en esta revisión contemporánea, el flak se define como una forma de acoso político. Goss hace una distinción con el escándalo, como otra estrategia de campaña negativa de comunicación, y enuncia algo que es muy importante de señalar: en el caso del flak, la evidencia material y empírica carece de total importancia. Mientras que con el escándalo, en última instancia, se busca llegar a la verdad. Por ello, las campañas de flak carecen de toda ética y es preciso distinguir entre una y otra.
El propio Chomsky indica que, “en el mundo actual, los hechos, la evidencia fáctica, es totalmente irrelevante”. “El discurso del flak puede continuar indefinidamente porque no necesita evidencia, sólo sospechas y/o denuncias. El flak es indiferente a la realidad material”, menciona Goss.
Lo que esencialmente se busca a través del flak es “acabar con la reputación de alguien” y en la actualidad se hace usando todos los canales posibles como las redes sociodigitales, medios de comunicación tradicionales (prensa escrita, radio, tv), blogs, etcétera; incluso, explica Goss, “hay medios cuyo único objetivo es hacer flak”. Pero el autor también explica: “para que un acoso merezca la caracterización de flak es necesario que haya una figura o un tema público de importancia general en juego.” Sin embargo, también menciona que el llamado “trolling no se sitúa dentro de las líneas del flak cuando no presenta una dimensión política y cuando consiste exclusivamente en abuso personal.”
El estudio de Goss presenta varios ejemplos entre los que destaca el de un científico que publicó diversos estudios sobre el cambio climático, y el caso de una destacada académica que publicó una investigación sobre la forma en que en Estados Unidos se moldeó el pensamiento político democrático liberal en detrimento de la propia democracia. Para el caso mexicano, aunque no lo he estudiado sistemáticamente, considero que el personaje político que ha sido sujeto de forma consecuente al flak es el expresidente AMLO, y en el sexenio pasado y aún hoy, el doctor Hugo López-Gatell. Cabe decir que este tipo de campañas revelan también la falta de ética con la que medios de comunicación e incluso empresas de relaciones públicas, etcétera, incurren con el fin de lograr la muerte simbólica de alguna persona. Pues como señala Goss, “la influencia decisiva en relación a 3, o 4, o 5 por ciento de toda la población es suficiente para cambiar la trayectoria política”.
Finalmente, el autor cierra con una importante sentencia: “cuando la diferencia entre victoria y derrota es tan pequeña, un poco de flak en el momento correcto, el objetivo correcto, con el mensaje correcto para la audiencia correcta, en el medio correcto, puede cambiarlo todo” . Y es así como hemos visto ha ocurrido con diversos personajes de la vida pública en el mundo, pero resalto al personaje de la política mexicana, el expresidente AMLO, que sería un caso muy interesante de analizar a la luz de lo que Chomsky y Herman denominaron el cuarto filtro del Modelo de Propaganda para la construcción del consenso, y que hoy día incluso se ha perfeccionado con el uso de las redes sociodigitales, y que también se ha convertido a lo largo de los años en un modelo de negocio. Cabe decir que la acción del flak está ahí no para encontrar la verdad, al contrario. Tampoco se usa contra el status quo en tanto que, como medida de disciplinamiento, se enfoca no en los grupos o personajes que se pliegan al poder, sino en aquellos que lo subvierten y cuestionan.
Ruth Dávila*
* Directora de la División de Estudios Multidisciplinarios del Centro de Investigación y Docencia Económicas, CIDE.
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