La aviación, el medio de transporte más contaminante e injusto

La aviación, el medio de transporte más contaminante e injusto

 Hay una pequeña ventana de oportunidad, que se está cerrando rápidamente, para asegurar un futuro vivible y sostenible para todxs
FOTO: 123RF

El Panel Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), un comité de más de 500 científicxs climáticxs, concluyeron en su sexto y último reporte (de más de 6 mil páginas), publicado entre 2021 y 2023, que: “el cambio climático es una amenaza para el planeta y para la humanidad. […] Hay una pequeña ventana de oportunidad, que se está cerrando rápidamente, para asegurar un futuro vivible y sostenible para todxs…  y que las acciones y decisiones implementadas en esta década impactarán ahora y por miles de años”.

Cartel político de Edgar Méndez

 

A pesar de ese consenso científico global, la problemática escala año con año, porque no hemos cambiado o reformado el problema de raíz: el sistema económico capitalista. En este sistema se plantea hacer crecer cualquier sector que contribuya al producto interno bruto (PIB), exponencial e infinitamente, sin importar que ese sector es útil para la humanidad (salud, educación, deporte, arte) o no (moda rápida, plásticos de un solo uso, ganadería industrial, armas, jets privados, yates). Los dogmas económicos actuales no proyectan fin alguno al crecimiento de todos los sectores de las economías del mundo, a pesar de que el planeta tiene recursos limitados. Ese crecimiento se alienta con el propósito de producir más capital, no de satisfacer necesidades humanas.

Un ejemplo clave de este proceso es el de la aviación. La aviación ha generado cerca del 3.5 por ciento de las emisiones de gases mundiales, y se estima que en 2024 creció 10 por ciento el tráfico de pasajeros. Hoy en día, hay 15 megaproyectos de aeropuertos en camino de construcción. Además, la aviación es el medio de transporte más injusto que hay. Cerca del 80 por ciento de la humanidad jamás ha usado un avión; cada año, menos del 5 por ciento de la población mundial toma vuelos internacionales, y tan sólo el 1 por ciento de las personas del mundo generan la mitad de las emisiones de la aviación comercial. La escala de contaminación generada por un solo vuelo es apabullante: un vuelo México-París clase turista, contamina más que una de cada dos personas en el mundo en un año (del 50 por ciento de la gente más pobre), al igual que una sola hora de vuelo privado. Un estudio reciente encontró que la aviación privada genera en promedio 3.6 toneladas de CO2 por vuelo (hay 120 países cuyos habitantes en promedio contaminan menos en todo un año, incluidos Portugal, México, Ecuador y Brasil). Casi la mitad de los vuelos (47.4 por ciento) son de menos de 500 km. La aviación privada se concentra en Estados Unidos, donde están matriculados casi el 70 por ciento de los aviones privados. La mayoría de los viajes se dan con fines de ocio y para eventos culturales y políticos. Las emisiones causadas por la aviación privada aumentaron un 46 por ciento entre 2019-2023.

Aunque se plantean distintas maneras para solucionar la contaminación originada por la contaminación, como ganancias en eficiencia, bonos de carbono, aviones eléctricos, aviones que funcionan con biocombustibles, ninguna de ellos son soluciones. Si se empieza por las ganancias en eficiencia, en una economía enfocada en crecer, la eficiencia no es la solución para la aviación. Aunque los avances tecnológicos podrían y deberían  ser nuestros aliados contra la catástrofe climática (como las baterías con mayor vida), en un mundo enfocado en desarrollar todos los sectores económicos que contribuyen al crecimiento del PIB al mismo tiempo y de manera exponencial, como sucede ahora, estos avances son nuestros enemigos. Las ganancias en eficiencia llevan a mayor uso de energía. Este fenómeno se conoce como la paradoja de Jevons o efecto rebote, descrita por William Stanley Jevons, quien registró que durante la Revolución Industrial la máquina de vapor inventada por James Watts, que era más eficiente que la previa de Thomas Newcomen, llevó a aumentos globales en el uso de carbón (y no  a su disminución, como se esperaría). Del mismo modo, los vehículos y aviones más eficientes han llevado a mayor, no menor, consumo de gasolina y emisiones. En el caso de la aviación, es 20 veces más eficiente ahora que en 1950. Sin embargo, la contaminación por la aviación ha aumentado. Esto se debe a que las mejoras en la eficiencia también reducen el costo de volar y contribuyen al crecimiento del tráfico aéreo, lo que provoca un aumento de las emisiones que supera con creces las reducciones de emisiones del aumento de la eficiencia.

A pesar de que la aviación es 20 veces más eficiente ahora que en 1950 (panel izquierdo), las emisiones de la aviación continúan aumentando (panel derecho). Gráficas tomadas y traducidas de: Hannah Ritchie, Our World In Data.

Tampoco se pueden compensar las emisiones a través de bonos o créditos de carbono, aunque las aerolíneas te las quieran vender. La idea detrás de las compensaciones de carbono es simple: protege un fragmento de selva que, si talada, generaría la misma tonelada de carbono que tu vuelo. Cada crédito de carbono en teoría compensa una tonelada de CO2, y empresas o individuos compran créditos para “compensar” las emisiones asociadas a sus productos. Los créditos los venden proyectos privados que dicen absorber CO2 . Sin embargo, el 94 por ciento de las compensaciones de carbono no tienen valor, pero sí despojan a pueblos indígenas de sus tierras y privatizan sus derechos y recursos.

En este mapa se pueden ver los efectos dañinos que tienen los bonos de carbono.

Los aviones eléctricos siguen contaminando, en primer lugar porque generar baterías requiere de agua, minería y deforestación, y en segundo lugar porque la energía que se usa para recargar esas baterías todavía viene de energía de fuentes fósiles. Además de que el peso de las baterías limita cuántos pasajeros pueden llevar los vuelos.

Imagen tomada de Stay Grounded.

También se habla de usar bio o agrocombustibles. Los agrocombustibles usan maíz, soya, girasol, o palmas. Aunque a la hora de quemar biocombustibles, estos emiten tanto CO2 como absorbieron durante su crecimiento; esto no considera las emisiones causadas por el transporte y uso de fertilizantes de las plantas. La industria lleva más de una década prometiendo el aumento del uso de biocombustibles en la aviación, pero en la actualidad menos del 0.01 por ciento del combustible de aviación es biocombustible. Otro riesgo relacionado con los biocombustibles es que se talen bosques para usar la madera como fuente de biocombustible. De hecho, algunos biocombustibles generan más emisiones, como resultado de la deforestación e implementación de monocultivos.

Al final, el problema de fondo es que el crecimiento del tráfico aéreo no se cuestiona, y las soluciones propuestas están lejos de abordar el problema del impacto climático de la aviación.

Ornela de Gasperin Quintero*

*Investigadora titular A, red de Eco-etología, INECOL, A.C; miembro de Rebelión Científica, capítulo México; miembro de Académicxs con Palestina, Contra el Genocidio; miembro del Laboratorio Nacional SECIHTI de la Biología del Cambio Climático