Estados Unidos mantiene más de 800 bases militares alrededor del mundo, y éstas son prueba de su intervencionismo, asegura el doctor Nayar López Castellanos. Agrega que, aunque en el siglo XXI pareciera increíble hablar de imperialismo, éste sigue vigente. En entrevista, que el vecino país del norte históricamente ha creado un enemigo para justificar sus injerencias en América Latina y el Caribe: desde el comunismo, el narcotráfico hasta llegar al terrorismo
Las más de 800 bases militares que Estados Unidos mantiene alrededor del mundo son una de las múltiples pruebas que existen de su intervencionismo, explica el doctor en ciencias políticas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Nayar López Castellanos. En entrevista para Contralínea, indica que “Estados Unidos no consigue relacionarse con los países latinoamericanos caribeños si no es a partir de su concepto de que es, prácticamente, el dueño de la región, y que tiene el derecho de intervenir en todos los campos de forma económica, política, cultural”.
La relación del país de las barras y las estrellas con la región ha sido de tipo imperialista, han cambiado la forma pero no el fondo, “porque ya no vemos a unos marines desembarcando en alguna playa del Caribe o de Centroamérica para invadir y ocupar un país, pero sí se mantienen” de hecho, “Estados Unidos ha desplegado un terrorismo como política de su seguridad nacional de manera histórica”.
Como ejemplo, el doctor Nayar López expone los datos que previamente publicó en el libro Geopolítica del intervencionismo estadounidense en el Gran Caribe –del que es coautor, junto con el doctor Pablo Mariñez–: “en América Latina [hay] alrededor de entre 80 y 100 bases militares, mientras que en el mundo más de 800, la gran mayoría de ellas están centradas en la región de El Gran Caribe. Nada más en Puerto Rico hay 12 bases militares –aunque Puerto Rico sea una colonia estadounidense–, en Panamá hay 12, en Colombia hay siete; es decir, están desplegadas por todas partes. Entonces, si bien ya no invaden de manera directa, sí lo hacen”.
Otras investigaciones señalan que en el mundo el número de bases militares estadunidenses podría ser mayor; por ejemplo, el mapeo Military empires: a visual guide to foreign bases, indica que Estados Unidos mantiene 904 bases en 95 países del mundo.
Estas cifras varían debido a que el Pentágono califica estas instalaciones en las que puede o no haber presencia de tropas como ‘no bases militares’, porque al asumirlas de otra manera estaría aceptando que el país que defiende la libertad en realidad incurre en la violación de la soberanía de la nación anfitriona, cosa que frecuentemente es así.
No obstante, aunque México es un territorio de vital importancia para su vecino del norte, hasta la fecha no hay evidencia de que en el país haya establecida alguna base militar, quizá el mayor acercamiento fue el reciente anuncio de la Embajada de EU en México informando que “ciertas áreas” de la frontera con México fueron declaradas como extensiones de bases militares, por lo que también lanzó una advertencia para no ingresar a ellas.
México siempre ha estado en la mira de EU, en Geopolítica del Intervencionismo Estadounidense en el Gran Caribe, ambos autores recuperan una las declaraciones del senador Reverdy Johnson que ofreció en el año 1848, en plena guerra con la que despojó a México de su territorio, “hemos sido designados misioneros por obra del cielo para llevar la luz de la civilización a ese ignorante país [México], incluso por medio del fuego, la espada y el degüello”.
Ante la crisis que vive el país del norte de América, el territorio nacional seguirá siendo importante debido a que “en la historia de la humanidad, cuando los imperios empiezan a desmoronarse, resultan más peligrosos, agresivos y destructivos, sobre todo en las zonas más cercanas bajo su control” esto explicaría en gran medida la razón de las últimas presiones al país.

Enemigos de EU
Del comunismo a la guerra contra el narcotráfico, Estados Unidos configura a sus enemigos. El doctor Nayar señala que, como parte de la doctrina intervencionista de ese país y para demostrar su poder económico, militar y político, “siempre ha buscado una justificación para intervenir, ha inventado, creado o sobre dimensionado algún adversario; pero siempre ha creado un enemigo para justificar la intervención”.
El también catedrático de la UNAM asegura que, durante la Guerra Fría, el adversario fue el comunismo: “con ese elemento como justificación, invadían, orquestaban golpes de Estado y promovían dictaduras militares como la de Augusto Pinochet”, en Chile. Pero, una vez finalizada la Guerra Fría, tras la caída y desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el socialismo en Europa del Este, se quedó sin enemigos.
Explica que el narcotráfico comenzó a configurarse como “ese actor multidimensional que es hoy en día”, y fue entonces que dio inicio la famosa lucha contra el narcotráfico; no obstante “no redituaba mucho, porque no era una justificación de tal dimensión para que pudieran mantener la intervención”.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 –cuando dos aviones chocaron contra las torres del World Trade Center, mejor conocidas como “las torres gemelas”– Estados Unidos obtuvo “el mejor argumento que puede existir para mantener la intervención que es el de la lucha contra el terrorismo”.
“Para Estados Unidos, ahora ya no solo se trataba de luchar contra el narcotráfico sino también contra el terrorismo, acusando bajo esa categoría a todo enemigo político, sea grupo guerrillero, movimiento social o gobierno constitucionalmente establecido”.
Bajo esta lógica “cualquiera que sea un adversario ahora le pones el sello terrorismo y entonces justificas acciones de diferente forma” como actualmente ocurre con el caso del crimen organizado en México.
Para dar cuenta de ello, el académico expone los casos de Cuba y Venezuela siempre incluidos en la que califica como “ilegítima e ilegal lista de países promotores del terrorismo” ello, a pesar de que de acuerdo con su criterio, Cuba “ha sido víctima del terrorismo de Estados Unidos”.
Agrega que Cuba fue víctima de una acción terrorista en 1976, “no por una cuestión de que creo que así fue, están las pruebas, sobran pruebas, la propia confesión de Luis Posada Carriles, que fue un cubano-americano agente de la CIA que puso una bomba en un avión de Cuba de aviación en 1976. Voló el avión en el que murieron 76 pasajeros y luego, él declaró, ‘sí, pues yo puse la bomba y qué’ así literalmente, entonces, si alguien ha hecho actos terroristas es Estados Unidos”.
Caso similar ocurrió con las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia (FARC), clasificadas por Washington como un grupo “narcoterrorista” y además con otros términos como “narcoguerrilla terrorista” con el objetivo de “descalificar el proyecto político que identificaba a esos grupos” y que terminó con la masacre de Sucumbíos, en Ecuador un hecho en el que cuatro estudiantes mexicanos perdieron la vida y una más, logró sobrevivir aunque posterior a los hechos sufrió una persecución política y en medios de comunicación mexicanos pues se sumaron a catalogarla como “terrorista”.
Para el caso mexicano, el Departamento de Estado de Estados Unidos –tras la llegada de Donald Trump a la Presidencia–, anunció la designación de seis grupos de narcotraficantes mexicanos como organizaciones terroristas trasnacionales. Se trata de los cárteles de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación, del Noreste, del Golfo, Cárteles Unidos y la nueva Familia Michoacana, con ello, considera que “busca justificar algún tipo de iniciativa para rescatar el plan Mérida que también se le llamó plan México y querer intervenir y mandar tropas si quieren hacerlo lo van a intentar” y enfatiza “habrá que ver qué respuesta hay desde México porque sería abominable que se permitiera eso”.
Cabe precisar que a pesar de que Estados Unidos lanzó una campaña abierta para combatir el terrorismo, el país de las barras y las estrellas no tiene un consenso en torno a su definición.
Entre 1994 y 2001 el Departamento de Defensa, lo definía como “una utilización calculada de la violencia o la amenaza de una acción violenta con el objetivo de coaccionar o intimidar a Gobiernos o sociedades persiguiendo objetivos que son generalmente de carácter político, religioso o ideológico”.
En el año 2003, en el documento National Strategy for Combating Terrorism, firmado por el entonces presidente, George Bush apuntaba “el terrorismo como “la violencia, premeditada y motivada políticamente, perpetrada contra objetivos no combatientes por parte de grupos subnacionales o agentes clandestinos”.
Mientras que el FBI lo define como “el uso ilegal de la fuerza o la violencia contra personas o propiedades para intimidar o coaccionar a gobiernos a la población civil o un segmento de la misma en la persecución de objetivos sociales o políticos”.
Si se utilizara alguna de las definiciones antes mencionadas, la nación de América del norte, encajaría de manera perfecta, al respecto el analista recuerda que incluso fueron ellos los que crearon armas de destrucción masiva, “qué mayor acto terrorista que aventar un par de bombas atómicas en una población civil como lo hicieron en Hiroshima y Nagasaki, esos son actos terroristas”.
Pero al tratarse de una definición que cambia en función de lo que la nación hoy gobernada por Donald Trump necesita, los grupos que se incluyen en las listas que publica el Departamento de Estado pueden ser incluídos y excluidos de un momento a otro.

México frente a la economía de guerra estadunidense
Luego de que la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por su sigla en inglés) el 74 por ciento de las armas utilizadas en delitos internacionales en México, entre 2017 y 2021, tenían origen estadounidense, este aspecto seguirá siendo clave en la relación bilateral México-Estados Unidos.
Lo anterior a decir del experto porque “la economía de Estados Unidos es una economía que funciona a partir de la guerra; si no venden armas, se cae su economía porque están en todas partes. Inventan, impulsan o generan cada determinado tiempo una guerra, para que su mercado y su industria esté funcionando bien”.
Así ocurrió con el reciente conflicto bélico en Europa y Medio Oriente, “nada más veamos las cantidades de armas que se han enviado a Ucrania y a Israel. En esos dos conflictos, una guerra generada por un fascista que es Volodímir Zelensky, y el otro por un genocida, Benjamín Netanyahu, pero ¿cuántas armas estadounidenses no están ahí? Son millones, al igual que miles de millones de dólares que genera la industria [armamentista]”
En este escenario “un mercado importante es el mexicano”, en ese sentido critica que “si realmente [Estados Unidos] quisiera acabar con el narcotráfico y con las drogas en su país, además de tratar a su población, deberían frenar la venta de armas, porque las armas se acaban, se desgastan y el hecho de que sigan llegando a territorio mexicano evidencia la falta de políticas para combatir su tráfico”.
También destaca que ahora que el gobierno trumpista designó a seis cárteles de la droga mexicanos como organizaciones terroristas, “a la vez su propia industria de armas está financiando a esos ahora llamados grupos terroristas que son el crimen organizado”.
Cambia la forma, pero no el fondo; las nuevas formas de intervencionismo
Agrega que hoy en día la intervención se da “a través del financiamiento de las oposiciones, cuando los gobiernos en turno no les convienen porque afectan sus intereses como se trata de Venezuela, Bolivia, o Cuba, la intervención se da porque hay bloqueos económicos como contra Venezuela y Cuba”.
También con mecanismos como el de la OEA “que quiere intervenir en todos los procesos electorales y cuando no conviene un resultado, entonces inventa que hay un fraude como en Bolivia y luego, se truca de mentir porque no tiene ninguna prueba”.
De igual manera con otros aparatos como la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés), la Fundación Ford, al servicio de ésta, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la National Endowment for Democracy (NED), otras como la United Fruit Company (UFC), Chiquita Brands International, (acusada de delitos de lesa humanidad).
Añade que “la intervención está permanentemente presente, se da con sus embajadores en sus países y también se da de forma económica, comercial como estamos viendo en la coyuntura, que es el tema de aranceles: o haces lo que yo quiero o te impongo aranceles, entonces, la intervención está disponible y va a seguir existiendo siempre hasta que en algún momento los países de América Latina –sus pueblos, pero también sus gobernantes– tomen otras decisiones para enfrentar a Estados Unidos”.
Tan sólo en México, durante el sexenio del expresidente Andrés Manuel López Obrador, el país rompió relaciones con el entonces embajador Ken Salazar, quien abiertamente criticó la reforma judicial pensada en la democratización del Poder Judicial, además de emitir comentarios sobre la estrategia de seguridad en el territorio, todo ello, después de que en aquel sexenio el primer mandatario mexicano impidió el injerencismo a través de las agencias de seguridad estadunidenses.
Nada más en lo que va del siglo XXI, van 6 golpes de Estado en la región promovidos por EU, en el año 2002 ocurrió contra el presidente venezolano Hugo Chávez, posteriormente cinco más, en Honduras 2009, Paraguay, 2012, Brasil, 2016, Bolivia, 2019 y Perú 2022.

La muerte convertida en negocio
Un concepto que se ha desarrollado últimamente es el de la necropolítica, “se refiere sobre todo, a la alianza de el capital con el crimen organizado y encaja obviamente en toda la lógica del intervencionismo estadounidense, no solamente frente a América Latina y el Caribe, sino a nivel mundial”.
Lo anterior porque “Estados Unidos, no promueve guerras o no interviene en guerras por valores como los que siempre se ha ha tratado de vender, que lo hace por la democracia, por los derechos humanos, por la libertad; Estados Unidos desarrolla su esencia guerrista, militarista para el beneficio del capital” es decir, la muerte se convirtió en un negocio más para el capital señala Nayar López.
Para el también maestro en Estudios Latinoamericanos dicho término “encaja perfectamente en la esencia de lo que Estados Unidos hace con la guerra” por ejemplo, en el caso de la última invasión a Irak, bajo la justificación de que el país contaba con armas de destrucción masiva, “ellos sabían perfectamente que no las había porque ellos habían armado a Saddam Hussein que en algún punto incluso fue agente de la CIA, Estados Unidos le dio las armas a Irak, sabía perfectamente que no tenía armas de destrucción masiva y para justificar el tema de los atentados, hizo una guerra ahí, pero era por el petróleo de Irak era por sus recursos energéticos, no por los derechos humanos ni la democracia ni la libertad”.
Asimismo, refiere que la necropolítica es también utilizada para “explicar los fenómenos y cómo se ejerce la violencia en en el contexto de los megaproyectos, cómo el crimen organizado incluso es contratado por los dueños del capital, de las empresas o de las minas, por ejemplo, en particular para el caso mexicano para eliminar aquellos líderes que se resisten los megaproyectos, o sea, gente que estorba en el control de los territorios”.
Concluye al puntulaizar que en este caso “aplica la misma lógica de lo que significa la guerra para Estados Unidos, entonces ahí sí corresponde porque al final de cuentas lo que Estados Unidos desarrolla en el la política exterior con el mundo está basado en un de terrorismo de Estado”.
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